Antonio
Licerán Hernández vio la luz en Águilas un 23 de Marzo. Nacer en Águilas,
paraíso de luz donde el sol tiene su morada permanente, es un privilegio que
adorna a todo ser humano que ha tenido esa dicha y que jamás, a lo largo de su
vida, le abandona. Nacer cuando la primavera aún no ha dado sus primeros pasos,
es otro privilegio que sólo se da una vez al año. Quienes tienen esa dicha no
saben lo que tienen. ¿O tal vez sí? En Antonio Licerán Hernández son
coincidentes ambas circunstancias. Si el sol aporta al artista la luminosidad
de Sorolla, la Primavera, sin duda, aportará toda su vitalidad y la eclosión de
colorido y vida se verá reflejada en la obra. Cuando cada año me toca hablar de
Licerán, mis neuronas viven una agitación especial propia del gozo de tener
ante mi al amigo, al compañero, a la persona, al artista y, como no, la obra.
Obra que año tras año se ve avanzar, como la vida en primavera. Y avanzar con
paso firme y seguro, como demuestran los trazos de este niño grande sobre el
papel. Tras un año de compaginar su trabajo como director del CEIP.
Mediterráneo con viajes a los más bellos lugares de la geografía española, que
tan bien conoce, ausente de las galerías y las exposiciones, vuelve en esta
ocasión, en la que completará su cuarta exposición, para estrenar el año en
Murcia y regalarnos una colección de acuarelas y pasteles en las que vuelca las
imágenes que inundaron sus pupilas en los meses previos. El camino de Santiago,
las marinas aguileñas (con la vetusta y emblemática Torre de Cope presente),
escenas campestres, macizos de emergentes margaritas y… la novedad: Para esta
ocasión no ha querido centrarse sólo en su mundo más conocido y cercano. Ha
ampliado sus miras para volver a sorprendernos al traer ante nosotros una
colección de rincones panorámicos de la capital, de Murcia. Dedicar un momento
del día a visitar la exposición con la obra de Licerán, va a resultar un
ejercicio gratificante tanto para la vista como para el alma. Ejercicio
recomendado, sobre todo en estos tiempos de estrés y locura. Al terminar,
coincidirán conmigo en que el brillo rutilante de las bahías aguileñas y los
perfúmenes de las treinta y cinco primaveras que adornan al artista, han dado
su fruto.
Trinidad